octubre 21, 2015

Inventar la muerte, llover la memoria.

También se llamaba Héctor y también nació en septiembre, el mismo día. También andaba en aquél septiembre por ese camino de Tziscao a Trinitaria, también estaba sentado en una piedra, pero del otro lado del camino: él ya venía de vuelta. Compartimos sólo unos minutos, sólo unos kilómetros de esta vida. Me dijo que hay caminos que merecen ser andados, pero que no siempre me detuviera demasiado en ellos, que no por ellos sacrificara los paisajes que valen la pena. De un tiempo a la fecha, se le fue lavando la memoria, quizá por su disfrute de andar bajo la lluvia. La mente se le fue lavando hasta que quedó en blanco. Hoy toda esa memoria nos inunda, nos llueve en medio de la depresión tropical de los días que corren.

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