febrero 19, 2016

Eco, tu eco.

Querido Señor: tengo tus palabras revoloteando en la casa, tus libros dispersos en la cocina, en la sala, en el baño, en cada habitación; tus juegos han sido mis juegos, cada nombre célebre que veo en los diarios me conduce invariablemente a buscar un ircociervo. Lo poco de inteligencia, de mirada sabia que pueda tener ha sido un homenaje a ti, Querido Señor. Hoy no me duele el eco de tu nombre, sino el efecto doppler que invariablemente sucederá a tu partida.

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